Es importante analizar primero los cambios sociales, políticos e
ideológicos que se dieron durante la Conquista española en México, para
comprender de mejor forma tanto a la indumentaria como a la industria
textil de la Colonia.
El mundo prehispánico basaba su actividad textil y su manera de vestir
en sus creencias, su modo de vida y sobre todo en los recursos con los
que contaban. Es evidente que a la llegada de los españoles los esquemas
bajo los cuales regían esta actividad, se vieron afectados de una
manera drástica.
Con la llegada de los españoles, encabezados por Hernán Cortés en 1521 y
ayudados por sus aliados indígenas, el imperio Azteca cayó y detrás de
él, todos los imperios prehispánicos. Las ciudades se vieron devastadas y
las construcciones de hogares y templos, incluyendo a sus ídolos,
desafortunadamente en su mayoría desaparecieron.
Para los pueblos indígenas, pagar tributo era parte de un sistema
totalmente aceptado, por lo que entregar piezas textiles como fardos de
algodón y telas, sacos llenos de cochinilla para teñir, joyas, pieles,
plumas de Quetzal, productos alimenticios como cacao, frijol, chía y
maíz entre otras cosas, no significaba un desprendimiento importante.
Sin embargo, la demanda de tributos, por parte de los encomenderos, fue
incrementando y la labor común del indígena se convirtió en un trabajo
exhaustivo.
Los lienzos que las mujeres indígenas tejían y entregaban como tributo a
los españoles, no eran lo suficientemente anchos para poder lograr los
trajes ostentosos que éstos acostumbraban usar. Por otra parte, las
prendas hechas de algodón, la fibra más hermosa que el mundo
prehispánico ofrecía, no satisfacían el gusto de vestir de los
conquistadores. La lana y la seda, fibras con las cuales los europeos
tejían sus ropas, no se producían en México, por lo que se vieron en la
necesidad de importarlos.
En 1526, Cortés trajo el primer ganado ovino a la Nueva España, el que
por las condiciones ambientales del país no tuvo problema alguno en
adaptarse. Lo mismo sucedió con la seda; las primeras moreras fueron
plantadas en la Hacienda de Cortés en Coyoacán y más tarde en Oaxaca,
cuando el dominico Francisco Marín en 1538 solicitó permiso al Virrey
para poder desarrollar una industria sedera. Para el año 1580, la
Mixteca alta se había convertido en la zona productora más importante de
la Nueva España, uniéndosele después el valle de Oaxaca, Tlaxcala y
Puebla.
El hecho de haber introducido a México nuevas fibras como la seda y la
lana implicaba para los españoles importar tanto la maquinaria adecuada
como a los sastres que pudieran capacitar al indígena en el uso de ésta.
La rueca o redina para hilar la fibra, el urdidor vertical rotatorio y
el telar de marco fijo y pedales, conocido hoy como telar colonial,
conformaron la aportación tecnológica del mundo occidental para el
desarrollo de la industria textil del Nuevo Mundo.
El telar de pedales o telar colonial, facilitó mucho el trabajo de los
artesanos textiles ya que con éste se obtenían lienzos más anchos que
con el telar prehispánico. Este telar de pedales trabajaba bajo los
mismos principios que el de cintura; se fijaba la urdimbre entre los
julios o enjulios (dos barras de madera) pasando otros hilos en sentido
perpendicular; y en vez de que el tejedor extendiera la urdimbre
sosteniéndola a un árbol, utilizaba marcos fijos en los cuales
enrrollaba los hilos longitudinales sobre los julios. El mecanismo de
barras del telar prehispánico, transformado en el colonial en mallas y
lizos fijados a pedales, lograban hacer que el tejedor separara los
hilos de urdimbre con los pies dejando las manos libres para tejer.
El indígena adoptó tanto la materia prima como las nuevas técnicas
textiles de una manera rápida y eficiente, de modo que sus productos
además de igualarse en belleza y calidad de manufactura con los de los
sastres españoles, eran mucho más baratos. Los españoles comenzaron
entonces a comprar productos textiles hechos por manos indígenas,
haciendo a un lado los fabricados por sus paisanos. Esto significó una
gran competencia para los sastres, quienes lógicamente no la
permitirían, sino por el contrario, se aprovecharían de ella para crear
una nuevo comercio.
La producción de seda mexicana estuvo grandemente favorecida durante la
primera mitad del siglo XVI, sin embargo para mediados de siglo empezaba
a vislumbrar su decadencia. Esto se debió a que por una parte, se
prohibió terminantemente su exportación y por otra; al nuevo comercio
que la Nueva España había establecido con el galeón de Manila
(proveniente de Filipinas) el cual importaba seda china que por mucho,
era más barata que la mexicana.
Durante el tiempo en que la seda estuvo en apogeo (entre 1540 y 1550),
la producción del algodón, en términos comerciales fue poco relevante;
aunque nunca dejó de producirse ya que los indígenas encomendados debían
entregarla como tributo a los españoles.
Comerciar con el algodón era mucho más complicado que con las otras
fibras ya que como no se cultivaba en las zonas industriales del país
sino en las costas, implicaba transportarlo y con ésto triplicar su
costo, además que para el despepite (un proceso forzoso de la fibra)
faltaba mano de obra y gente capacitada para hacerlo. Durante la segunda
mitad del siglo XVII, Puebla y posteriormente la ciudad de México
lograron establecer los primeros gremios de tejido de algodón en los
cuales se había encontrado la manera óptima de trabajar la fibra. Aunque
los gremios algodoneros no se igualaban en productividad con los
obrajes de lana, su producción era buena y constante, lo que hizo que
esta industria no desapareciera con el tiempo sino por el contrario, se
levantaría al caer la de la seda.
La industria de la lana fue la más importante de esta época ya que desde
sus inicios, la lana contó con el apoyo de las autoridades virreinales
tanto para la cría de las ovejas como para el adiestramiento de la mano
de obra indígena, logrando que fuera ésta de tan buena calidad como la
manejada en España. Ni el algodón y mucho menos la seda lograron
establecer una industria similar a la de la lana, ya que su producción
era de caracter masivo y tuvo continuidad durante todo el virreinato.
Los primeros obrajes de paño, llamados así por ser paños de lana los que
ahí se producían, se establecieron aproximadamente en 1539, siendo
Puebla (en un principio), la ciudad de mayor importancia en su
producción, sin embargo ésta se inclinaría más tarde, a producir tejidos
de algodón. Para fines del siglo XVII, lugares como Querétaro,
Valladolid, Acámbaro y San Miguel lograron industrializar la producción
lanera de una manera exitosa.
Con la Conquista y el nuevo sistema social y religioso se eliminaron
las jerarquías que manejaba el mundo prehispánico; los trajes
guerreros, los trajes de sacerdotes y reyes desparecieron. En ese
momento todos los indígenas, sin importar su origen, clase social o su
ascendencia imperial, eran vistos de la misma manera ante los ojos de
los españoles, por lo tanto todos tenían que vestir igual.
Con la lana se tejían los enredos, fajas, huipiles, lienzos para tapar y
otras prendas hechas en su mayor parte con telares de pedales; sin
embargo en ciertas comunidades de las tierras altas mixes, mixtecas,
triquis y zapotecas, las mujeres adaptaron sus instrumentos
prehispánicos a los requerimientos de esta nueva fibra.
Prendas típicas autóctonas como el sarape, los jorongos y gabanes
(fabricados con lana y en telares de pedales) se crearon y se comenzaron
a usar durante el periodo colonial, al igual que el sombrero, que
aunque en un principio sólo los caciques españoles lo utilizaban, fue
adoptado rápidamente por el indígena, quien sustituyó los materiales con
los cuales estaba originalmente hecho (tela y fieltro) por la palma
trenzada comúnmente llamada petate.
En el transcurso de la época colonial, el mestizaje entre las razas
europea, oriental, negra y la indígena dió origen a un complejo sistema
de castas y clases sociales que vestían y vivían de modos diversos según
su estatus social y económico pero sobre todo racial.
Los españoles, criollos y mestizos llevaban jubones, calzas y ropones
que se fabricaban en los mas ricos materiales: seda, damasco, gamuza,
raso con tafetán, terciopelo, pasamanería de oro y plata etc., de hecho,
la gorguera (adorno del cuello que se hacía de lienzo plegado y
alechugado) utilizada en ese entonces llegó a tales extremos que
necesitó un armazón de alambre para poderse sostener. Sin embargo, estos
artículos lujosos fueron aún mas notorios en los atuendos de los
sacerdotes de las órdenes religiosas que habían sustituído ya para este
siglo, a los humildes misioneros de los primeros tiempos.
Por otra parte del hombre indígena siguió vistiendo con sombreros de
palma, tilmas, cotones y prendas hechas básicamente de lana y algodón
tejidas en telar de pedales. Ejemplo de ésto son: el calzón de manta
(tela de algodón de tejido sencillo) blanca, o bien el sarape, cuyo uso y
florecimiento corresponden al siglo XVIII. Cabe mencionar que durante
este siglo, el hombre indígena adoptó un peinado llamado de
"balcarrotas" o bien "balcarritas", con el que usaban un cerquillo de
fraile y, encima de las orejas, dos mechones largos que dejaban caer
hasta los hombros.
Durante el siglo XVIII se hizo gran uso de una prenda que, sin importar
la casta y la clase social se le veía vestir a todas las mujeres de la
época. Esta prenda típica mexicana que aún en nuestros días persiste y
aunque su origen no se conoce con certeza, ya que pudo haber derivado
del ayate indígena (prenda utilizada para cargar mercancía), o bien ser
una prenda más de influencia oriental o española, representa para la
historia del textil mexicano, el producto de la mezcla de razas vivida
en la Colonia.
Al igual que con las otras prendas, el estilo del rebozo dependía de
quien lo portaba, es decir, las mujeres de castas bajas, usaban rebozos
de algodón, mientras las de castas elevadas como las mujeres de la corte
llevaban rebozos de seda con bellísimos bordados de hilos de oro y
plata.
Introduccion al textil de la época contemporanea
Los años 20's y 30's son descritos como los años del Renacimiento
mexicano, de hecho pintores como Diego Rivera y el Dr. Atl, plasman en
sus obras el nuevo valor que se le dió, durante este tiempo, a la
herencia indígena.
La
indumentaria indígena actual, como rasgo cultural externo ocupa un
lugar imprescindible en la diferenciación de cada etnia, ya que aunque
las prendas que usan son escencialmente las mismas, todas ellas están
elaboradas de maneras tan distintas que es posible reconocer el grupo
indígena al que pertenece una persona sólo por el atuendo que porta.
En el afán de conservar la tradición textil, tan importante para las
sociedades prehispánicas, los indígenas de todas las etnias han logrado
transportar hasta nuestros días técnicas textiles y prendas
precolombinas como el huipil, el quechquémitl, las tilmas y las
sandalias, que aunque han sido transformadas a través de los siglos, aún
persisten y conservan su forma.
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